El primer Contra de 2019 es The Haçienda: cómo no dirigir un club, un título largamente esperado que nos permite regresar a un territorio musical que uno no se cansa de visitar, Manchester. Pero la nueva «expedición» en forma de lectura no nos invita tanto a descubrir la ciudad o la escena, sino a conocer los entresijos de su local más icónico, The Haçienda: una historia de mala gestión, terribles decisiones, consumo desaforado de estupefacientes, mucha música y aún más desfase. Además, contamos con un guía de excepción, el mismísimo Peter Hook, cofundador y bajista de Joy Division y New Order —hasta 2007—, líder de bandas como Revenge, Monaco, Freebass o, actualmente Peter Hook and the Light, además de sufrido socio del celebrado club.

La historia es de sobras conocida. Factory Records. Joy Division. El renacimiento, cuál maquinal ave fénix, de New Order tras el suicidio de Ian Curtis en 1980. La fusión de la pista de baile con el rock. La aparición del éxtasis y otros dos millones de drogas. Ibiza y el Segundo Verano del Amor. Madchester. Cultura rave y acid house. Gunchester. La diferencia estriba en que en este The Haçienda la historia de esa vorágine y su 24 hours party people se cuenta a través de un recinto convertido en leyenda, epicentro entre el 21 de mayo de 1982 y comienzos de los 90s —aunque no cerraría definitivamente hasta 1997— de muchas de esas transformaciones, canciones, grupos, sesiones y situaciones surrealistas, caóticas o extremadamente peligrosas. FAC 51. La catedral de la música alternativa de los 80 y principios de los 90… y también de la locura.

Surgido como la respuesta británica a la escena neoyorquina que acababan de descubrir, The Haçienda fue el resultado de la unión empresarial de Tony Wilson —carismático capo de Factory—, Rob Gretton —mánager de Joy Division/ New Order— y el propio grupo —¿en algún momento fueron conscientes de en donde se metían?—, en un proyecto tan ambicioso como suicida: la puesta en marcha de un club por parte de personas sin ningún tipo de experiencia en la materia, siempre más preocupados por el aspecto artístico y/o hedonista que en el del negocio en sí. No es de extrañar que, a medida que se va avanzando en la lectura, uno tenga la impresión que el libro bien podría haberse subtitulado Este club es una ruina.

The Hacienda, Manchester. Foto Aidan O'Rourke.
The Hacienda, Manchester. Foto Aidan O’Rourke.

Porque de la inicial reforma integral del International Maritime Center a cargo del arquitecto Ben Kelly —con más sobrecostes que un proyecto urbanístico del PP— al precio, muy por debajo de su coste, de la cerveza servida en el club, lo que Hooky nos cuenta sobre la gestión de The Haçienda roza en no pocas ocasiones el esperpento. Y ese dislate es precisamente la primera sorpresa agradable de la obra, ya que nos revela que todavía había otro relato por contar sobre Manchester, uno con trazas humorísticas pero sonoro trasfondo sociológico y generacional. Además, el enfoque dado por su atolondrado, lenguaraz y algo testosterónico autor —las «batallitas» en Baleares dan un poco de pena, aunque sean puro y muy actual British flair—, que incluso llegó a trabajar en la sala durante un tiempo, hace que la lectura no se resienta en ningún momento —mérito también de la traducción de Federico Corriente, que no pierde comba—. Nunca un ejercicio contable anual —curiosísimo contar con ellos en el libro— o un extracto de las minutas de una reunión de junta directiva han provocado tantas sonrisas.

Pozo sin fondo económico —New Order se jugaron el patrimonio varias veces— a la vez que enclave de decisiva influencia musical, los catorce años de The Haçienda resumidos por quien muy posiblemente fuera el más cafre de sus copropietarios es un paradigma, con frecuencia hilarante, de la contradicción. Los ejemplos de mala gestión no es que sean de manual, sino que hablan de una incompetencia y cretinismo sólo comparable al de los ilustres líderes del insigne «trifachito». Ensaladas macrobióticas en un club orientado al baile en el Manchester de los 80. Apertura diaria pese a la evidente falta de público entre semana. Selección de personal cada vez más «dudosa», hasta el punto de fichar a la gansteril familia Noonan para lidiar con el creciente y capital problema de la violencia provocada por el crimen organizado en la ciudad… ¿qué podía salir mal?

Y, sin embargo, el legado está ahí, indiscutible. The Haçienda acogió conciertos antológicos a cargo de algunas de los grupos fundamentales de la época, por supuesto todo el roster Factory, pero también los Smiths, Stone Roses, Happy Mondays, John Cale —fiasco absoluto de público—, Einstürzende Neubaten —martillo incluido—, Jesus and Mary Chain, Nick Cave, los Go-Betweens, Cocteau Twins, Curtis Mayfield, Orange Juice o Prefab Sprout —vale, también Madonna, nadie es perfecto— entre un largo etcétera. Estuvo a la vanguardia del advenimiento del DJ —para desgracia de Morrissey— y la cultura de club, siendo el local clave para entender el fenómeno Madchester —aunque su política contra la venta de agua fuera ridícula—. Y se convirtió en leyenda. La sala estaba condenada a cerrar sus puertas, ya fuera por la violencia, las presiones de la administración pública o los errores de gestión de bulto. De hecho, lo sorprendente es que aguantase tanto. Pero para los que sobrevivieron, como Hooky —capaz de reconocer sus limitaciones y adicciones en el tramo final del libro—, parece claro que el viaje valió la pena. Para el lector de este entretenido y nada pretencioso «manual de la mala emprendiduría», eso es seguro.

Ambiente del interior de la Haçienda
Ambiente del interior de la Haçienda