Llevábamos un tiempo, demasiado, sin hablar de cómics. Pero hoy vamos a empezar a recuperar el ritmo con «uno de los grandes». Porque Reservoir Books, seis años después de su publicación original, y cuando la esperada adaptación cinematográfica tiene ya fecha definitiva —aunque hayamos perdido a Alexander Payne en la dirección, apuntad bien: 24 de marzo de 2017—, acaba de reeditar Wilson del gran Daniel Clowes. Así que la ocasión es inmejorable…

¿Clowes necesita presentaciones? El de Chicago es uno de los artistas más fundamentales de la novela gráfica en los últimos 25 años. Aunque sólo hubiera creado la imprescindible Ghost World, el cartel de Happiness de Todd Solonz o la maravillosa portada del It’s love de las Softies en todo este tiempo. Por supuesto, ha habido mucho más. Memorables ilustraciones para Esquire, el New Yorker, Time, Newsweek. Todo tipo de premios y reconocimientos, guiones para la gran pantalla. Títulos como Caricatura, David Boring, Ice Haven y, claro está, Wilson.

Porque esta obra, que vió la luz en 2010, no es únicamente otro trabajo más que añadir a una carrera/catálogo ya muy brillante. Es un cómic que se sitúa fácilmente entre sus mejores creaciones. También entre las más arriesgadas. Principalmente debido a la potencia de su absoluto protagonista, que da título al volumen. Wilson es neurótico, solitario, depresivo. Perverso en su honestidad hierática llevada hasta el extremo de la sociopatía. A veces te ríes a carcajadas con sus exabruptos de mortificante crueldad. Sin embargo, en otras ocasiones —la mayoría—, uno sencillamente queda en estado de shock. Wilson odia todo y a tod@s, empezando por él mismo. ¿Cómo alguien puede albergar tanta amargura y maldad en su interior? ¿Y no estallar? En ese sentido, Wilson está mucho más próximo, a un par de pasos, diría, de Travis Bickle

No obstante, al mismo tiempo, nuestro anti-héroe necesita, a su manera demencial y trastocada, relacionarse con seres humanos. Desesperadamente. Tener una segunda oportunidad. Y el lector asiste a esa búsqueda de interacción entre la ocasional hilaridad, la estupefacción y el sobrecogimiento ante un tipo patético que, con toda la torpeza del mundo, intenta hacer que alguna pieza encaje…de una puñetera vez. La trama de la novela gráfica es áspera, dura. El reencuentro con su pasado, la cárcel, y el descubrimiento de una hija adolescente y una familia por conocer. También un buen puñado de viñetas y páginas —Totalmente solo, Powerbook, Ido— en las que nuestro personaje se «estampa», una y otra vez, contra el sinsentido de su realidad cotidiana, de los tiempos que le ha tocado vivir, así como ese demoledor «podría haber sido»…

Pese a que Clowes nos evita los detonantes que provocaron las miserias y tragedias que asolan a Wilson y su entorno, el dolor es palpable —esas expresiones faciales compungidas, el sudor, las cabezas gachas—. Además, al sincopar el desarrollo del cómic en capítulos breves, el autor se permite abordar estéticas múltiples de dibujo y color, como si estuviera emprendiendo acercamientos visuales diversos, eso sí, con diálogos siempre afilados y expresiones desoladas, mientras profundiza en la maltrecha existencia de su protagonista. El resultado final es tan poderoso en el apartado gráfico como en su contenido. Y cuando llegan los tremendos capítulos finales Criatura maravillosa y Gota de lluvia uno tiene la sensación de haber disfrutado de una contundente novela corta, o una indeleble colección de relatos, fuertemente cohesionados por un personaje central mayúsculo. Wilson es una de las «declaraciones» más valientes y «redondas» de un artista capital.