Menuda forma de estrenarnos en Indienauta en esta nuestra primera reseña de la editorial Tusquets —toda una institución literaria nacional— gracias a Vampiros y limones, fantástica colección de relatos de la joven escritora norteamericana Karen Russell. Nacida en Miami, Russell está considerada como una de las plumas jóvenes más relevantes de su país y, entre muchos otros reconocimientos recibidos, fue finalista del Premio Pulitzer en 2012 con su primera novela, Tierra de Caimanes —también publicada por Tusquets—. Una reputación que, a tenor de estas ocho historias, no me extraña lo más mínimo. Cada cuento es un estupendo derroche de imaginación, sorpresa y originalidad, un turbador halo de oscuridad y misterio —un par de ellos también terror—, y sobre todo, una poderosísima capacidad narrativa. Vale la pena repasarlos uno por uno.
El libro comienza con el relato que le da título, «Vampiros y limones», en el que conocemos a Clyde, un anciano vampiro residiendo junto a su mujer Magreb en una tranquila villa italiana de Sorrento, paliando su archiconocida adicción a la sangre con los más sabrosos limones. Parece una vida sencilla y contemplativa, pero el TEDIO —en mayúsculas, tan reconocible y aquí eterno— y el ansia, los atávicos deseos, van a hacer acto de presencia, en una especie de fascinante parábola del comportamiento humano.
Aún más sorprendente es «Devanando para el Imperio», donde el relato, ambientado en el japón de la era Meiji —finales del siglo XIX a principios del XX— adquiere tintes grotescos para contarnos como las llamadas chicas kaiko joko trabajan esclavizadas al servicio del imperio y la presión familiar —la metáfora político-familiar es diáfana—, transformándose literalmente en gusanos de seda, hasta que las jóvenes muchachas descubren hasta dónde llegan sus inusuales poderes. Asombroso.
Tampoco le anda a la zaga «La legión de gaviotas desciende sobre Strong Beach, 1979», en el que un joven, bastante frustrado por su familia y el primer enamoramiento, descubre como unas carroñeras gaviotas parecen estar almacenando el pasado, presente y futuro de la población de Strong Beach en el hueco de un árbol, jugando caprichosamente con el destino. Si hasta aquí os parecen breves argumentos para películas de Michael Gondry o Charlie Kauffman, acertáis. Y la cosa sigue.
Seguimos en racha con el galardonado «La ventana de Hox River», donde Karen Russell mezcla con pasmosa sabiduría lo mejor de Willa Cather con el realismo mágico sudamericano, situándonos frente a la desesperada historia de una familia de pioneros en Nebraska que para lograr el —¿absurdo, inútil?— sueño de ser propietarios de sus yermas tierras deben tener una ventana de cristal en su ruinoso hogar. Miseria y locura en un texto donde la tradición gótica literaria norteamericana se funde con la más audaz fantasía.
Y si grande era el anterior relato, absolutamente maravilloso es «El establo al final de nuestro mandato», que ya había sido traducido al castellano por Granta en 2006, en su edición especial Los Mejores Jóvenes Novelistas Estadounidenses. Surrealismo puro para hablar del legado, la fama, el lego y ¿el más allá? en una historia en que los presidentes de Estados Unidos se han convertido en caballos atrapados en un establo. Ocurrente, divertido y extrañamente poético. Sublime.
A continuación nos encontramos con «Reglas para hinchas en la Antártida», según Dougbert Shackleton, con diferencia el cuento más ligero y humorístico del conjunto. Con alguna similitud a los juegos literarios de Cortázar y Borges, Russell documenta la más absurda y desigual competición jamás ideada, la del «equipo ballena» contra el eterno perdedor, el «equipo krill», eso sí, contada desde el fanatismo del perenne derrotado. Aunque ingenioso, tras el excelso nivel mostrado anteriormente, es la única historia que se queda corta, «en la superficie».
Pero rápidamente Karen Russell recupera el brío y la intensidad con los dos último relatos del volumen. En «Los nuevos veteranos» una masajista descubre que no sólo puede aliviar el dolor físico con sus manos, sino también hacer olvidar los traumas de la guerra de Iraq a su paciente, un joven soldado que ha plasmado su terrible experiencia mediante un tatuaje en su espalda que la masajista puede manipular. Una versión retorcida y sombría —la manipulación del tatuaje tiene consecuencias— de Olvídate de mí con trasfondo bélico. ¿Es mejor olvidar?
Y el encargado de cerrar Vampiros Limones es una inquietante historia sobre el bullying, los remordimientos y la necesidad de purgar las culpas. «El monigote insepulto de Eric Mutis» combina narración fragmentada, elementos de terror y una atmósfera opresiva en la que los antiguos matones del instituto encuentran un espantapájaros escabrosamente parecido a la que fuera una de sus víctimas predilectas.
Apuntaos el nombre de Karen Russell. Magnífico descubrimiento. Amigos de Tusquets, queremos más.
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