Tenemos nuevo libro sobre Joy Division en nuestras manos. Casi coincidiendo con el 40º aniversario del suicidio de Ian Curtis y la publicación de Closer—18 de mayo y 18 julio de 1980 respectivamente—, Reservoir Books publica Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás. La historia oral de la legendaria banda de Mánchester, contada por sus miembros y su entorno más cercano, e «inventariada» por uno de los mayores sabios musicales de nuestra era, el periodista británico Jon Savage. ¿Estamos, por fin, ante el libro definitivo del grupo? 

Porque, siendo sinceros, esa es la primera pregunta que a uno le viene a la cabeza. ¿Realmente necesitamos otro libro acerca de Joy Division? ¿No disponemos de material suficiente los fans irredentos? Afortunadamente, además de con sus canciones, contamos ya con Joy Division, el documental de Grant Gee —del que Jon Savage fue guionista—; las películas Control de Anton Corbijn, o 24 hours party people de Michael Winterbottom; las memorias de la viuda de Ian, Deborah Curtis, Touching from a distance; tenemos el cancionero del grupo; ensayos versando su legado; memorias de sus miembros; y numerosos trabajos centrados en el postpunk y/o la música alternativa de Mánchester, obligados a detenerse en la disección de uno de sus mayores exponentes. 

Las respuestas son, con matices, sí y no. El valor de Una luz abrasadora… no reside tanto en sus posibles revelaciones, pese a que el texto, una labor desarrollada a lo largo de tres décadas, reúne entrevistas y anécdotas no conocidas hasta la fecha con una cuarentena de actores principales —todos los que os puedan venir a la cabeza— e ilustres secundarios —prensa musical y escena mancuniana especialmente—. Todo aquel familiarizado con algunas de las referencias anteriores, especialmente el film de Gee, hallará pocas sorpresas en estas páginas. Sin embargo, la hazaña de Jon Savage es la «profundidad de campo» que alcanza su libro. 

Morris, Hook, Sumner y Curtis: Joy Division. Foto de Kevin Cummins.

Porque la carrera de Joy Division, brutalmente truncada tras la muerte de Ian Curtis, apenas duró cuatro años. Pero Una luz abrasadora… contiene muchas más vidas, contextos, escenas, reflexiones y situaciones de los que podrían deparar dos discos, un puñado de singles y un cúmulo de conciertos inolvidables. El volumen nos imbuye en un lugar y un tiempo muy particulares, unos setenta tan agonísticos como transformativos en Reino Unido. Nos introduce en el corazón artístico de una ciudad industrial que abrazó y transmutó la eclosión punk en algo propio —las aportaciones de Tony Wilson y Peter Saville, cabeza e imagen de Factory, son oro—. Nos ofrece un vívido relato de la construcción, pura e improbable alquimia, de un grupo y sonido irrepetible. Y aborda las dificultades, penosas, de lidiar con la presión que conlleva el éxito y la enfermedad de su figura central, un personaje cuasi fáustico, quebradizo tras su imagen de amenazante zahorí en el escenario. 

Hay algo en Una luz abrasadora… extrañamente sobrecogedor. Algo que mira directamente a los ojos del mito de Joy Division y lo confronta con arrojo, sin realmente desmontarlo o rebatirlo, «simplemente» —nótese el entrecomillado— humanizándolo. Que (re)construye el relato trágico de ese Ícaro de voz cavernaria y poesía funesta, en el que los supervivientes de Ian Curtis, particularmente Bernard Sumner, Peter Hook y Stephen Morris —también Wilson, su mánager Rob Gretton, o su enamorada Annik Honoré— muestran su vulnerabilidad, su inconsolable pesar —y culpa, pese a los años transcurridos—, por la absurdamente malograda vida de su amigo. 

Al mismo tiempo, el profuso relato coral de Jon Savage logra superar el recurrente tópico de banda lóbrega para convertirla en la crónica generacional, sorprendentemente cercana, de unos jóvenes impetuosos e inmersos en un período febril de sus vidas —lo que fue demasiado para uno, acaso el más extraordinario de sus miembros—, y cuya música, estética, presencia escénica cimentó un aura inmortal. Sí, Una luz abrasadora… debería ser la lectura definitiva sobre Joy Division. No imagino la necesidad de abordar la historia de nuevo, u otra obra que pudiera aspirar a ser más certera y exhaustiva, abordando la trayectoria de uno de los combos más trascendentes del rock a través de sus propias voces. Como canta(ba) otro ilustre mancuniano, «There is a light that never goes out»…