-Mané, ¿te vienes a tocar con nosotros a Zaragoza y Barcelona?

Cuando Lolo Lapón me planteó la posibilidad de formar parte de esta aventura no me pude resistir. Por un lado, La Lata de Bombillas. Por otro, el BIS 2019 en la ciudad condal. Este evento me interesaba por partida doble: la programación me resultaba del todo interesante (felicidades a los organizadores), y la emoción de tocar en el último concierto en Barcelona de Hazte Lapón se antojaba una ilusión hecha realidad.

Nunca había asistido a una edición del BIS Festival y me resultaba a estas alturas harto necesario a la luz del cartel que han confeccionado para el evento año tras año (veo nombres como Betacam, Grushenka, Doble Pletina, Gúdar o Templeton). El BIS 2019 sería un día protagonizado por las verificaciones y primeras impresiones: vería la magia del festival, tocaría en un escenario grande y conocería a la gente de la escena indie barcelonesa, esa que tanto critica Rocío Quillahuaman por su trato tan aséptico (spoiler: nada más lejos de la realidad en mi caso, punto para el público del BIS).

Que a lo largo de todo el día el trato de la gente sería espectacular lo pudimos comprobar desde primera hora de la mañana. La comitiva lapona llegamos a Fabra i Coats al mediodía para hacer tiempo antes de entrar al hotel. Estas horas, lejos de convertirse en un tedio, resultaron del todo amenas, y es que el lugar estaba lleno de vida: estaba montada la Fira discográfica con tiendas de la zona (se podían ver puestos de Ultra-Local, la botiga de El Genio Equivocado y Snap! Clap! Club! entre otros), y se amenizaba la mañana con conciertos en pequeño formato (aparecieron
nombres como Gyoza y La Rebe, artista que me reivindicó Dani Cantó) así como con vermús caseros los cuales nos dejaron sin palabras. Cayeron uno detrás de otro mientras intercambiábamos impresiones con los organizadores a quienes no les podremos agradecer nunca lo suficiente su trato tan magnífico. Miguel Atienza, Rafa y Joan, gracias por todo.

Nos retiramos a comer y después de descansar nos dirigimos de nuevo al recinto para probar sonido. En el escenario en aquel momento, La Estrella de David. En la pista nos encontrábamos los técnicos, los lapones y la organización alucinando con el sonido que comenzaba a emanar del grupo: David probaba su característica voz, LucasEstrella Fugaz- coqueteaba con la guitarra, JaviBetacam– interpretaba Carros de Fuego, Brian Hunt daba cera al bajo y el batería, en cierto segundo plano, mantenía el pulso a la perfección. Uno no podía hacer más que emocionarse mientras escuchaba cómo tomaba forma Cariño, la canción con la cual cerraría el BIS. En ese momento se podía afirmar fácilmente que la noche se vendría grande.

Después de los saludos de rigor y más intercambios de impresiones con los miembros de La Estrella (desde aquí recordar una evidencia que no debería olvidarse: David es lo mejor que nos ha pasado en la música en mucho tiempo) nos encaramamos a probar sonido. De nuevo, destacar el buen trato de los técnicos, quienes procuraron nuestra prueba fuera lo más cómoda posible. Los nervios con los cuales amanecí desaparecieron al completo gracias al savoir faire Christian, quien parecía decirme “todo irá bien” con cada movimiento de ecualizadores. Ya estábamos listos para arrancar.

Llegó la apertura de puertas y comenzaba el festival para el gran público. Si bien a lo largo de ciertos momentos nos retiramos al backstage a serenarnos, aprovechamos la mayor parte del tiempo para disfrutar los conciertos. Cabiria se encargó de abrir el festival confeccionando una deliciosa atmósfera de sad-prom-dreampop-party; esto es, sintetizadores oníricos, vocales vaporosos en un segundo plano (creando un interesante recuerdo a los Beach House más tímidos) y unos visuales encargados de llenar un escenario poblado únicamente por Eva y sus
cacharros.

Viendo a Confeti de Odio sólo podía pensar en la paliza que se estaban metiendo los miembros de este proyecto (la cabeza pensante y cantante es Lucas De Laiglesia, pero se sumaron René al bajo y Juan a la batería, todos de Axolotes Mexicanos). El concierto de Confeti estuvo protagonizado por la actitud à la Morrissey de Lucas, quien se contoneaba a lo largo del escenario esbozando sus letras críticas hacia la sociedad millennial entre melodías de carácter pop que se están tornando harto pegadizas (bastaba escuchar sus dos nuevos temas: Hasta Romper el Móvil y Hechizo, esa versión de Teen Suicide que estrenó al par de días). El sonido del concierto tal vez no fuera espléndido, pero la magia que transmitió Lucas a lo largo de su set consiguió hacer que todos cayéramos hipnotizados.

Tras esta fantasía, llegaban Medalla con un directo más que efectivo y virtuoso. Uno conocía fuera de sus fronteras la adrenalina desatada en sus conciertos, así que era fácil esperar un derroche de energía aún mayor jugando en casa. Desde luego, los barceloneses no defraudaron con su apuesta musical, pero el público no se mostró demasiado receptivo hasta bien llegada la recta final con Deporte en Vano. En aquel momento pareció se desprendieron de sus ataduras para formar pogos y revuelo en las primeras filas, algo que agradecimos mucho de los allí presentes. Bien es cierto que ésta y Máquina de Plata desencadenaron la euforia entre el público por tratarse de algunos de los highlights dentro del repertorio del grupo, pero ojo con su futuro material; interpretaron algunos cortes sobre el escenario y es altamente pogo-friendly.

Como está feo hablar de uno mismo, en lugar de hacer crónica de Hazte Lapón, hablaré sobre lo que pude ver desde el escenario. Mientras tocábamos temas más animados como Hushpuppy, Vidas de Santos, La Vida Adulta o Fantasías Brutalistas se podía palpar entre el público una mezcla de poder, diversión y éxtasis que no hacía más que emocionarnos y pensar en la próxima vez que los veríamos. La realidad es sin embargo amarga y Cómo Funciona un Corazón o la versión que hicimos de Gúdar, Carretera Perdida, pusieron la nota más melancólica, esa encargada de recordar que el fin está cerca y se trataba del último concierto de Hazte Lapón en Barcelona. Pero quisimos que se fueran a casa con un sabor de boca dulce, así que optamos por despedirnos a lo grande, con una Yo los he Visto en la que Lolo se sumó al público y en el escenario culminamos el show con una explosión rock reflejo de todas las sensaciones vividas hasta el momento. Eso era todo, amigos.

Los Axolotes Mexicanos se encargaron de recoger los restos del público allí presente (me consta hubo gente que acabó emocionada en nuestra actuación; los que no, se derrumbaron más tarde en La Estrella de David) y protagonizar el momentazo; sí, el amaiazo. Me apena que de toda la actuación del grupo (el cual cada vez tiene un mejor y potente directo) se haya quedado la gente con la aparición de Amaia en la última actuación, así que desde aquí toca reivindicar la gracia con la cual los madrileños defendieron sus temas de carácter pop punky. Me gustaría detenerme y hacer un mayor insight en este concierto, pero me encontraba fuera con los lapones descansando del concierto y recibiendo comentarios de la gente; sólo llegué al amaiazo y a la colaboración con Stephen de No Fucks, así que poco más puedo comentar.

Por suerte, el último concierto de la noche lo presencié al completo. La Estrella de David tomaba el escenario con rigurosa puntualidad (todos los conciertos habían cumplido con el horario estipulado; sino, que se lo digan a Cabiria, a quien tuvieron que interrumpir para cumplir con la hora). Tras un inicio algo torpe con una Viva la Vida la cual tuvieron que iniciar de nuevo, el concierto comenzaba a tomar forma ante los ojos de los allí presentes. Viva la Vida resulta del todo peculiar por su estructura progresiva en la cual se cimienta la melodía paso a paso, compás a compás. Funcionó como perfecta alegoría del concierto en sí, el cuál inició parco en melodías (a Viva la Vida la siguió Me Ha Parecido Que Estuvo en Mi Cabeza) para acabar culminando en auténticas explosiones de éxtasis como Vejaciones en la Costa, Noches de Blanco Satán, Aceite o una Cariño que nos condujo a mí y a miembros del público a abalanzarnos contra la valla en un acto de comunión. Porque al final el BIS era eso, un evento que refuerza la unión de eso que llamamos “la escenita”. Somos cuatro gatos, así que vamos a apoyarnos entre nosotros, que suficiente tenemos con lo que hay ahí fuera.

Fotos: Dani Cantó