Hace dos años, cuando vimos a las U.S. Girls abriendo para Animal Collective, Meg Remy se presentó en un formato reducido, en el que la acompañaban otra cantante y un guitarrista, y en el que casi toda la música estaba enlatada. Nada que ver con lo ocurrido la pasada noche en la sala El Sol de Madrid. Consciente de que tiene en su poder uno de los discos de 2018, la norteamericana, vino acompañada de una banda de seis músicos, donde había un teclista, dos guitarristas, un bajo, un saxofonista y un batería. Además de otra cantante. Ocho personas encima del escenario, para presentar unas canciones que ya no tienen nada de ese sonido lo-fi que caracterizaba sus primeros trabajos, y que necesitan ser interpretadas con todo tipo de detalles.
Comenzar un concierto un lunes a las 22:40h no es algo muy habitual, y la verdad es que perjudica, tanto al grupo, que tiene que levantar el ánimo a un público cansado y medio dormido, como al propio público, al cual le cuesta meterse en el concierto. Y eso fue exactamente lo que pasó. Fueron de menos a más, incluso con el sonido, que no estuvo muy acertado en los primeros cortes (pudimos ver una mueca de desagrado de la propia Remy hacia la mesa de sonido). Y es que, había momentos en los que los instrumentos parecían no encajar, y a la guitarra iba por un lado, y el saxo por el otro. Una pena, porque, nada más empezar, cayeron ‘Velvet 4 Sale’ y ‘Rosebud’, dos de los mejores temas de su último trabajo. No fue hasta ‘Navy & Cream’, una de las cuatro canciones que recuperó de su anterior álbum, cuando la cosa empezó a funcionar. Lo bueno es que, un concierto de U.S. Girls, va mucha más allá de la música, y durante todo el espectáculo no dejan de interactuar entre ellos, y hacer lo que podríamos calificar como de performance –miradas cómplices entre las dos cantantes, arrumacos, un teclista entregado al baile…- Y eso suplió un poco las carencias que encontramos al principio.
El toque sensual que tiene su último trabajo, a medio camino entre el soul y el blues, fue uno de los principales protagonistas de la noche. El saxo estuvo muy presente, como no podía ser de otra manera, y se convirtió en el guía de canciones como ‘Incidental Boogie’ y ‘L-Over’. Pero la mejor parte del concierto todavía estaba por llegar. Y es que, tras pasar por la música norteamericana de los cincuenta en una estupenda ‘28 Days,’ llegaba el momento de ponerse a bailar. ‘M.A.H’ fue el tema más celebrado de la noche. Y no era para menos, este himno de pop cercano al disco levanta el ánimo a cualquiera. Sobre todo, si los que están encima del escenario, se montan unos buenos, y contagiosos, bailes. Además, tras ella, siguieron muy arriba con una estupenda ‘Pearly Gates’, en la que el teclista se convirtió en el protagonista con su eufórica forma de cantar y bailar, y con ‘Time’, el acelerado tema que cierra su último trabajo. En esta última, se les fue un poco de las manos la performance, y acabaron unos cuantos minutos tirados en el suelo entre lamentos y algo parecido a unos sollozos. Bueno, y con el resto del grupo yéndose hacia una jam session un poco larga de más.
Tras el desenfreno, los bises estuvieron marcados por la calma de ‘Sororal Feelings’, que sonó de maravilla, y la suciedad de ‘Rage of Plastics’, en la que, una vez más, el saxo se convirtió en el protagonista.
Quizá, le falta un poco de rodaje a la banda, pero la propuesta de U.S. Girls sigue siendo una de las cosas más interesantes que se pueden ver ahora mismo encima de un escenario. Y es que, su colección de canciones, es de las que apenas tienen fisuras.
Fotos: Fernando Curto
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