8.0
Score

Final Verdict

El segundo álbum para Blue Note de Troy “Trombone Shorty” Andrew es una oda a la fiesta a partir del baile, cuya temática central es su ciudad, New Orleans. El disco está dedicado a su difunta madre, Lois Nelson Andrews.

El músico de NOLA ha estado amagando en los últimos años con abandonar el territorio que le es más propicio: el jazz. Cuando parecía que estaba más cerca de estarlo hace un requiebro y se expande; en otras palabras, no juega las cartas de Joe Batiste, cuyo “We Are”, Verve 2021, ha recibido el Grammy al mejor álbum del año, entre otros  gramófonos. De momento, Trombone Shorty, 1986, insiste con el funk, desde el jazz, y se abre al pop más cálido, punteado de góspel en “Forgiveness” y “Miss Beatiful”, y al más funky, en colaboración con la cantante Lauren Daigle en “What It Takes”, un pieza que funciona sola. De los llenapistas o las radios más crossover. Más cerca del último Prince que de Georges Clinton

El disco se abre con “Come Back”, un homenaje, luminoso y multicolor a su ciudad, en lo rítmico en línea con el “Do to Me”, de 2011, con ese riff de guitarra inicial, más todo el vigor rítmico de la banda, potenciando así la voz de Andrews, que, además, es trombonista y trompetista. La pieza es un compendio musical de lo que significa como comunidad New Orleans y “Treme” –se recomienda el visionado de la serie si no se conoce– , el distrito en el que nació y creció el trombonista, con una sección de metales en estado de gracia que sirve de propulsor a su faceta de vocalista. El groove es cosa de la sección rítmica y los aromas funk, que transpiran un flow entre el clasicismo de los años 70 y las síncopas más rompedoras, que recuerdan a Allen Toussaint y a Sly Stone.

A lo largo del elepé se entrelazan el funk, el soul, el R&B y un rock un tanto psicodélico. “I’m Standing Here” es un claro ejemplo. Suena lo suficientemente potente para recordarnos a Vernon Reid liderando Living Colour, pero aquí el guitarrista no es otro que Gary Clark Jr., ora esponja del rock-blues más abrasivo. Una vez que Andrews te atrapa ya no te suelta. Funk, funk y más funk. El groove de la sección rítmica compuesta por Brandon Butler, a los teclados; Mike Bass-Bailey, al bajo, y Alvin Ford Jr., a la batería, empuja y empuja, y Troy so(u)lea y funkea en sus recitados. El terciopelo de la melodía se combina con la contundencia de la lírica y la potencia de la juvenil The New Brass Band inflamando the second line con tonalidades propias del rap y jazz más genuino de NOLA suenan frescas y elegantes que viajan por diferentes géneros y épocas.

El segundo álbum para Blue Note de Troy “Trombone Shorty” Andrew es una oda a la fiesta a partir del baile, cuya temática central es su ciudad, New Orleans; para otros NOLA y para otros tantos, Crescent City. El disco está dedicado a su difunta madre, Lois Nelson Andrews , que en la carátula sostiene a su hijo en un desfile de la second line. Él la considera su maestra por mantener viva la cultura y el espíritu de su vecindario, Treme, ya mencionado.

La fusión musical resultante del líder, autor de todas las canciones con sus músicos, la Orleans Avenue siempre en plena ebullición, supone una puerta de entrada para captar audiencias más centradas en el jazz. Si bien las letras, a menudo, revelan más los postulados cotidianos del rap, la música es alegría y celebración, plenas de afirmación, compromiso y ritmos de bailables. Lo mejor de todo es que cada canción es una aventura rítmica, en las que el grupo disfruta al máximo. El álbum parece la fotografía en movimiento de un concierto. 

La coda final provoca echar una mirada atrás para buscar raíces de la mejor música negra de baile. Las tres últimas canciones, con la batería Alvin Ford Jr. muy en primer plano, muestran que la compenetración con la sección de vientos, que remiten, entre otros, a Earth, Wind & Fire y a la profunda rítmica de Prince, a las que suman los coros en “Might Not Make It Home», «Come Back» y «Good Company», son momentos que sostienen a Troy “Trombone Shorty” Andrews alzado. Como en la portada.