El placer de contar historias
Trenque Lauquen trata del placer de contar historias. Esta película argentina, que se puede ver en Filmin, comienza con una premisa tan sencilla como la desaparición de un personaje femenino que no conocemos de nada, Laura (Laura Paredes), a la que buscan dos hombres, Rafael (Rafael Spregelburd) y Chicho (Ezequiel Pierri). Sobre ellos, tampoco sabemos nada. El gancho más antiguo del mundo. ¿Quién es Laura? ¿Por qué se ha marchado? En su búsqueda, iremos descubriendo datos sobre ella y también sobre Rafael y Chicho. La directora y guionista Laura Citarella cambia entonces la perspectiva del relato, da un salto cronológico, y nos da respuestas, pero también abre otro misterio todavía más apasionante sobre otra mujer cuyo rastro se pierde también en el tiempo y en la geografía argentina, que da pie a una divertida investigación a través de libros, cartas y fotografías. Se van desarrollando así, historias dentro de historias -anécdotas, reportajes, programas de radio, todo vale para seguir narrando- y se van revelando los protagonistas e incluso aparecen personajes -y carreteras- secundarias que nos llevan a otros relatos -orales-, a otros países -Italia- y a dar pie a historias de amor del pasado que se proyectan sobre el presente. En un determinado momento de la historia, la película entra en el terreno del fantástico, de la ciencia ficción, de la leyenda, con un nuevo misterio que abre nuevas incógnitas.
Estamos ante una road movie en la que el paisaje de la Pampa adquiere una dimensión de escenario metafórico: esas llanas extensiones que se pierden en el horizonte, las carreteras infinitas, los pueblos vacíos, sin vida, fantasmagóricos. Cada plano de ese paisaje –Agustín Mendilaharzu es uno de los responsables de la fotografía- refleja los estados de ánimo de los personajes, el punto en el que nos encontramos en la trama, porque Trenque Lauquen tiene algo de contemplativa, su ritmo se basa en la espera, en visitar los lugares en los que Laura ya no está. Espacios vacíos que los personajes no consiguen llenar. La película, de cuatro horas de duración, tiene un ritmo cinematográfico, pero al verla en casa, con su estructura dividida en capítulos, el visionado resulta inevitablemente parecido al de una serie televisiva, con un argumento que se va ramificando infinitamente. Yo no he podido evitar pensar en Perdidos (2004) de Damon Lindeloff y J.J. Abrams o en el Twin Peaks (1990-2017) de David Lynch.
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