Baloncesto y lucha política… Irresistible combinación para quien escribe. Eso es lo que nos propone Capitán Swing —alegrón tenerla de nuevo por aquí—, siempre ojo avizor a la actualidad, en Tiro de larga distancia, las memorias del ex jugador de la NBA y activista Craig Hodges escritas junto a Rory Fanning. Una lectura que llega en medio de las históricas protestas del movimiento Black Lives Matter, y cuando los ecos de la serie documental The last dance —uno de los «imprescindibles» durante el confinamiento— aún resuenan.
Nacido en 1960 en Park Forest, Illinois, Craig Hodges fue un base/escolta notable, recordado por su letal muñeca. Tras un exitoso periplo universitario en Long Beach State, fue drafteado en 1982 por los entonces San Diego Clippers. Después de la prometedora etapa en los Milwaukee Bucks y un breve episodio en los Phoenix Suns, en 1988 recaló en los Chicago Bulls de Michael Jordan, integrando el equipo campeón en los títulos de 1991 y 1992. Además, comparte el récord, junto a nada menos que Larry Bird, de ser el único jugador en ganar tres concursos de triples consecutivos. Sin embargo, su compromiso político, nada habitual en aquella NBA, le granjeó la etiqueta de «jugador problemático», por lo que ningún equipo lo contrató tras esa temporada. De hecho, pasaría una década hasta que la Liga le retirase el «veto». Por su parte, Rory Fanning es un ex militar, miembro de la asociación Veteranos por la Paz, escritor en Common Dreams, The Guardian o The Nation, y conferenciante sobre la abolición de las armas nucleares o el cierre de las bases militares norteamericanas.
Traducidas por el gran Enrique Maldonado, Tiro de larga distancia son unas memorias que se mueven en tres niveles. El de la biografía digamos habitual, en la que Hodges nos cuenta sus idas y venidas, con relevantes episodios centrados en sus años formativos, y un significativo peso de su turbulento matrimonio. El del deportista rememorando su carrera, con jugosas anécdotas de ese «intocable» —va con segundas— equipo de los Bulls y esa Liga en transición hacia la marca global de hoy. Y el de la persona de color que, deseoso de utilizar su creciente popularidad y la plataforma que creía la NBA podía ofrecerle para luchar contra el racismo, choca contra ella, con todas sus brutales consecuencias. Lo interesante es que estos niveles son absolutamente indisociables. Y tremendamente reveladores.
Concienciado desde muy temprana edad gracias a su interés por la historia del pueblo negro y el decisivo papel de su familia, en la trayectoria de Craig Hodges siempre hubo espacio para una actitud contestataria. Sin miedo a ser un agitador del vestuario, al poco de aterrizar en la NBA se involucró en la defensa de los derechos de los jugadores, siendo representante sindical en Clippers —grande Bill Walton— y Bucks. Ya con los Bulls, impulsó un boicot a Nike y criticó abiertamente la brutalidad policial en plena explosión de las protestas por la paliza a Rodney King. Y, aprovechando la tradicional visita de los campeones de la NBA a la Casa Blanca y ataviado con un reivindicativo dashiki —atuendo tradicional africano—, demandó a George Bush I una mayor dedicación en la lucha contra el racismo y la desigualdad económica.

Si a esa beligerancia dentro de la Liga le añadimos sus encuentros con Elijah Muhammad o Louis Farrakhan —líderes de la radical Nación del Islam— o el polémico atleta Jim Brown, la conclusión es clara. Hodges abrió demasiados frentes espinosos para que la NBA, en plena expansión, no le considerase un «grano en el culo». Y, aunque su reputación como jugador solvente, gran especialista en el triple, era sólida, estaba lejos de ser una estrella NBA a la que quizás sí le hubiesen permitido ciertos «excesos» políticos —Abdul-Jabbar o Bill Russell como ejemplos—. Su voz era demasiado discordante. Por lo que los avisos, encontronazos y represalias de la organización no tardarían en llegar.
Sorprende la tremenda dureza del castigo. Tiro de larga distancia narra cómo Hodges pasó a ser un «apestado» a partir de 1992. Excluido de la NBA, tuvo que jugar en Italia, Turquía y Suecia. Incluso malvivió una breve temporada en EE.UU., en la que su labor social le salvó de la depresión, pudiendo además relacionarse con figuras de la talla de Nelson Mandela o Coretta Scott King. Hasta que Tex Winter —padre del «triángulo ofensivo»— lo rescató para que le ayudase a él y Phil Jackson en los banquillos. Precisamente, las pinceladas en forma de breves encuentros con el «Maestro zen» o Charles Barkley señalan la magnitud del oprobio y, seguramente, un responsable primordial: Michael Jordan, el negro «más blanco» de la Liga.
Y es que Tiro de larga distancia, creo que de forma involuntaria o, al contrario, muy sibilina, contrasta especialmente el contradictorio —y fascinante— papel de Jordan, la gallina de los huevos de oro de la Liga, con el de Hodges. Una relación abocada al conflicto, dinamitada en 1992 cuando éste declaró al New York Times que el 23 estaba fallando a los negros. No es de extrañar que el autobiografiado no aparezca en The last dance, apasionante pero falaz documental —en teoría, sobre los míticos Bulls, en realidad fallida oda a la supuestamente heroica mentalidad del escolta más laureado del baloncesto—.

Diría que Craig Hodges mide sus palabras en Tiro de larga distancia. Seguro que calla mucho —esos diez años de ostracismo tuvieron que dar para mucho más—, o se cubre las espaldas no profundizando en algún aspecto sustancial, como su demanda a la NBA. Es más, este valioso libro es una de esas raras ocasiones en que su extensión se antoja muy corta. Porque, pese a la apariencia ligera y el tono más o menos amable, Hodges si logra retratar el feroz desequilibrio, puro white privilege, entre los propietarios y los jugadores —el sujeto de las otras «Jordan rules», aparte—. Resulta ilustrativo comparar su NBA y sus Estados Unidos con los actuales, en los que los deportistas se enfrentan abiertamente a Trump. O en la que la Liga se presta —ojo, a cambio de que se finalice la temporada, mucho a discutir— a servirles de espacio para difundir su protesta frente a la situación actual… Mientras Colin Kaepernick lleva expulsado de la NFL desde 2016 por protestar arrodillándose durante el himno.
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