La excusa (como si ellos necesitaran alguna para tocar o nosotros para ir a verlos) era la presentación de su «Across Six Leap Years«, un disco de celebración de sus ya 20 años como banda. Tindersticks nunca han sido un grupo al uso, y la forma de celebrar este aniversario tampoco iba a serlo.
En «Across Six Leap Years» el grupo ha seleccionado un puñado de canciones que aún son importantes para ellos, por motivos varios, para grabarlas de nuevo, sin tener en cuenta la popularidad que puedan tener o no entre su propio público. Nada de hits (suponiendo que hayan tenido alguno a nivel de ventas o entre el «gran público»), nada de concesiones a sus fans (que por supuesto sí tienen, tenemos, claras favoritas dentro de un ya extenso repertorio sin apenas fisuras). Auto-reflexión musical, puestos a etiquetar. Y para completar la celebración, gira aniversario.
La última vez que estuvieron en Madrid fue en el Teatro Lara (dos días con las entradas agotadas). Allí demostraron lo importante que ha sido ese ya lejano, y no muy bien aceptado y comprendido, «Simple Pleasures» en el posterior sonido del grupo. Fue el concierto de un grupo de soul, quizás el grupo de soul más elegante y melancólico del mundo, pero soul. Tocaron un repertorio basado (quizás demasiado para los fans más deseosos de escuchar los temas más «míticos») en su por aquel entonces último trabajo «The Something Rain«. Un concierto impecable, coherente, solido. Pero ¿dónde estaban esas canciones que ya forman parte de la banda sonora de los descalabros emocionales de muchos y muchas? Quizás la próxima vez.
Ese momento llegó ayer en una repleta Joy Eslava.
Se anunció un primer set acústico de unos 20-25 minutos que no fue tal. En realidad fueron unas siete canciones con Stuart Staples sentado en una silla en medio del escenario y el resto del grupo en un segundo plano. Una primera parte con canciones lentas y delicadas, entre las que destacó «She’s Gone» por ser de las más conocidas dentro de una selección de temas nada obvia. Aplausos, grupo en retirada y, tras unos minutos de descanso, vuelta al escenario.
A la formación «oficial» de Tindersticks, compuesta por tres miembros originales (el guitarrista, el teclista y el propio Staples) más los «nuevos» bajista y batería, se les suma en directo una pequeña sección de cuerda y viento (con el multi-instrumentista Terry Edwards, que ha colaborado con el grupo desde sus comienzos) y una cantante, que van saliendo y entrando en escena según las necesidades de cada tema. Un total de nueve personas cuando todos están encima de escenario.
El comienzo de la segunda parte del concierto con «Sometimes It Hurts» ya anunciaba que iba a ser diferente a la primera. Staples, ahora ya a pie de micro con ese look a lo Lee Hazlewood que ha convertido en marca de la casa, fue llevándonos a través de un personal repaso por la carrera del grupo donde se alternaron baladas y tiempos medios con temas más movidos. Igual equilibrio hubo entre temas «imprescindibles» y otros menos conocidos.
«Say Goodbye to the City» sonó arrolladora con una batería y una sección de viento apabullantes, «Another Night In» podría haber conmovido hasta a una roca y «City Sickness» fue recibida como casi un himno. Después de «My Oblivion» (una de esas elecciones más «personales» dentro de su repertorio) el grupo deja el escenario de nuevo entre aplausos y ganas de más. Y hubo más, un poco. «Travelling Light» (momento de protagonismo estelar para una cantante de color que hasta ese momento se había limitado a hacer algunos coros) nos hizo recordar esos duetos con voces femeninas a los que tan aficionados eran en otros tiempos, «Can We Start Again?» se convirtió casi en una fiesta con el público y parte del grupo dando palmas, y «What are you Fighting For?» (un tema originalmente pensado para formar parte de «The Hungry Saw» y que acabó siendo publicado como single de vinilo y luego rescatado y remozado para «Across Six Years Leap«) puso punto final al breve y único bis.
Un concierto impecable, coherente, sólido. Pero esta vez sí sonaron «esas canciones», no todas, pero las suficientes. Y los que sufrimos de esa melancolía crónica producida por la vida y sus daños colaterales dejamos la sala contentos de estar tristes. Al menos por esa noche.
Fotos: Adolfo Añino
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