Rescatamos hoy uno de los libros que no se nos podía escapar bajo ningún concepto. Publicado en nuestro país a finales del año pasado por la editorial Ginger Ape —otro feliz estreno en Indienauta— The Taqwacores lleva escrita “obra de culto” en cada una de sus más de 350 páginas, glosario incluido. La llamada novela fundacional del punk islámico —que originó el movimiento músico-cultural así como un documental y una venerada película independiente— tiene un punto, o dos, o tres, o veinticinco, de locura, una sana dosis de irreverencia, una tonelada de ideas sobre cultura, sociedad y, sin miedo alguno, religión. Y por si fuera poco, también un montón de música. ¿Quién da más?
Literariamente hablando, The Taqwacores es lograr la cuadratura del círculo. ¿Cómo hacer encajar las piezas de un puzzle en el que se mezclan multitud de personajes —un auténtico desfile de tribus urbanas— con puntos de vistas muy distintos, con frecuencia extremos, sobre la religión, el futuro, el sexo, la vida? Knight no tiene reparos en expresar las dudas existenciales de su puñado de jóvenes, en debatir sobre lo humano y lo divino. Pero su novela no se resiente. Su autor introduce centenares de referencias musicales —de los Stooges a Method Man, de Minor Threat a Johnny Cash—, y estas se intercalan de una forma pasmosamente natural entre comentarios acerca de imanes, preceptos del sufismo, suras o interpretaciones del Corán. ¿Os suena confuso? Por supuesto. Eso es exactamente lo que Knight quiere mostrar. La confusión de unos jóvenes en su microcosmos de casa de estudiantes, que más bien parece la nave de los locos versión islam, en su caos colectivo de inquietudes, tensiones —uno de los aspectos más logrados de la historia—, frustraciones y culpabilidades no podría ser más dolorosamente creíble. Y fascinante. Y explosiva.
Y es que en el fondo, The Taqwacores nos habla de una colisión. De un choque, aparentemente inevitable, de opuestos condenados a la confrontación. En un lado del ring, el islam, con sus restricciones e incontables normas pero también su camino marcado hacia la virtud, en las antípodas de la podrida civilización occidental. Por el otro, la llama de la juventud, del despertar sexual, de la atracción por el mundo que les rodea, de la pasión por la música, por la política, arrastrados por la incipiente fuerza, mental y física de seres con la capacidad, el talento y la inteligencia de cuestionar las cosas y labrarse su propio destino. Knight no rehúye el combate, todo lo contrario. Pero lo que hace es abrir una tercera vía que es algo similar a la caja de pandora. ¿Y si hay una tercera vía? Y si no es ni blanco ni negro? ¿Y si podemos pensar por nosotros mismos y marcarnos nuestro propio camino? ¿Y si uno puede ser punk, o hardcoreta, o sufí con mohawk, o skinhead, o rude-boy, o skater, o riot grrrl con burka —el personaje de Rabeya es tremendo— y creyente? ¿Y si uno puede beber, follar, colocarse, escuchar música que podría ser calificada de obscena y ser religioso practicante?
La novela de Knight enseña que, contrariamente a la imagen que nuestros medios y, claramente, nuestros políticos, se empeñan en hacernos creer —siempre va bien tener un enemigo ¿no?, y si no se crea—, no existe una uniformidad real del Islam. Si acaso existe una idea dominante, o más bien alguien que, como sucede en todas partes, intenta imponer su ley a los demás. Y este no es un gueto, un compartimento estanco inamovible, impermeable a las influencias de otras culturas. También muestra que el conflicto está ahí, radica en esa juventud islámica, de la que el protagonista del libro, Yusef Ali, es sufrida parte y atento observador. Él representa mejor que nadie esa contradicción entre lo que uno cree que “debería ser” y lo que “realmente es”. O será. Quizás de una forma algo más extrema, pero hablamos de una transformación muy similar a la de cualquier otro joven en adulto.
A The Taqwacores no le hacen falta comparaciones con Hunter S. Thompson —cogida con pinzas, por cierto— o ser definida como El Guardián entre el Centeno versión musulmana —una frase resultona, pero bastante etnocéntrica—. Si obviamos el a veces enojoso pero necesario ir y venir del lector para consultar el glosario de términos religiosos, esta es una novela apasionante. La fuerza de sus personajes —Umar, Ayyub, Jehangir, la ya mencionada Rabeya— la intensidad de sus diálogos, la profundidad de sus planteamientos, su épico, trascendente final y su perenne, capital banda sonora. Para los que estáis ávidos de lecturas potentes, tan estimulantes como originales. O para todos los que pensamos que la música es —puede, debería ser—- una fuerza transformadora de las personas y la sociedad, The Taqwacores es una novela indispensable.
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