Efectivamente, «Given to the wild» está impregnado de esos aires de grandeza líquida que parecen ser moneda de cambio en cualquier banda que aspire a llenar estadios a base de pop (ayuda el que la voz del cantante, Orlando Weeks, llegue a sonar clavadita a la de Chris Martin, sobre todo en los falsetes). Todo es cuestión de gustos, y a pesar de estar ante un disco de evidentes méritos, algunos nos quedamos con la sensación de haber perdido algo con el cambio, ya que The Maccabees parecen haber renunciado al empuje guitarrístico con el que nos cautivaron en su anterior disco, Wall of arms (2009). Los que busquen algo de eso, tendrán que contentarse con el primer -y fantástico- single, Pelican, y con algún que otro tema más del último tramo del disco.
Tener a Tim Goldsworthy (compañero de James Murphy en el sello DFA) como productor puede haberles empujado a poner un mayor énfasis en sintetizadores y ritmos (a destacar la labor del batería, cuyos frenéticos baqueteos ponen a The Maccabees a las puertas del Math Rock ligero de bandas como Foals), pero el sonido y el ambiente tiene mucho de ensoñación pop y menos del disco-punk de lo que cabría esperar.
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