Yo conocí la música de The Gift con su segundo disco (“Vinyl”, 1998). Y era una música muy cinematográfica, orquestal y épica, con leves toques electrónicos que los acercaba a ratos al trip hop (estamos hablando de un tiempo en que esa palabra aún no se utilizaba necesariamente con tintes negativos), y con una cantante que sobresalía con una poderosa y grave voz. Tras eso les perdí la pista, salvo puntuales canciones suyas posteriores con las que tropezaba de vez en cuando. Quizá por eso recordaba a unos The Gift más melodramáticos, más teatrales, y (por qué no decirlo) más serios. Pero el grupo ya cumple más de veinte años de carrera musical y muchas cosas han cambiado desde sus inicios. Venían con ganas de hacer bailar al respetable, y vaya si lo hicieron.
En un escenario decorado con unas flores blancas gigantes y un telón de fondo con el nombre de la banda aparecieron los portugueses, capitaneados por Sonia Tavares, aunque quedó muy claro a lo largo del concierto que Nuno Gonçalves (teclista y principal compositor de los temas) tiene también un gran protagonismo en el directo del grupo (ambos se dirigieron al público en castellano, mostrando una simpatía y una cercanía desarmantes).
Abrieron con “Love Without Violins”, el primer single de lo que será su nuevo disco (producido nada más y nada menos que por el señor Brian Eno), que ya iba anunciando por dónde irían los tiros. Hubo tiempo para esos “antiguos” The Gift a los que me refería con temas como la oscura e inquietante “Front of” o la hermosa “Clássico” (cantada en portugués), pero fueron excepciones dentro de un concierto que fue principalmente una fiesta.
“Esta es para bailar” es una frase que Tavares repitió muy a menudo, frente a un público que apenas se mantuvo sentado en sus asientos. Sonó “Clinic Hope” (el segundo single del nuevo disco), y estrenaron el tema “Big Fish” (una especie de electro-pop con aires caribeños). Además, una selección de sus temas más bailables, lo que convirtió al madrileño Teatro Circo Price en una especie de discoteca con butacas y gradas. “Este tema dura 12 minutos, pero creo que está muy bien. ¿Creéis que podéis aguantarlo?” nos decía Sonia ante el griterío de un público que ya estaba de lo más desmadrado. Lo que no nos dijo Sonia es que en esos 12 minutos llenos de cambios de ritmo tenían cabida Pink Floyd, Queen, The Kinks, y los Bee Gees. Un tour de force musical que acabó con Sonia y Nuno cantando frente a frente y con este último bailando como si no hubiera un mañana. Apoteosis colectiva y el grupo se retira del escenario entre ovaciones.
Tras unos minutos de griterío pidiendo un bis, Sonia y Nuno aparecen en medio del patio de butacas para interpretar solo con piano y voz un par de temas. Uno de ellos una versión del “My Way” de Frank Sinatra. Vuelta al escenario con el resto del grupo y punto final con “645”, con un Nuno disfrutando como un niño con el theremín y despidiéndose con un “de puta madre” de una audiencia que sin duda quería seguir bailando.
En toda fiesta siempre hay alguien que acaba en una esquina, observando (incluso con simpatía) pero sin ser del todo partícipe del jolgorio general. Lo que no significa que no fuese un fiestón (sí, estoy hablando de mí).
Foto: Chema Pérez (solo-rock.com)
Entradas recientes
- Triángulo de Amor Bizarro estrenan single 2023-03-30
- The Reds, Pinks & Purples, ‘The Town That Cursed Your Name’ (Tough Love, 2023) 2023-03-29
- Wicca Phase Springs Eternal se va al synth-pop en su nuevo single 2023-03-29
- La extraordinaria vida de Little Richard, Mark Ribowsky (Libros Cúpula, 2023) 2023-03-29
- La Habitación Roja, Sala Sidecar, Barcelona (25/03/2023) 2023-03-28