Y ésas tres características, que ya definían el primer trabajo de los canarios, en Châteaux en Espagne aparecen de nuevo corregidas y aumentadas. Escuchar por ejemplo, “Toute cette Lumière”, el corte que han elegido como primer single, le transporta a uno immediatamente a la chanson francesa de los sesenta y setenta, con largos soliloquios en francés incrustados en el tema, hammonds atmosféricos de fondo y repetidos riffs de guitarra que, como en letanía, enmarcan todo el conjunto.

En esta ocasión la grabación y producción del disco también ha corrido a cargo de Paco Loco, que parece haberles encontrado el sonido y el carácter a la perfección y ha vuelto a contar con el teclista Rammi Jaffe, que ya estuvo en su primer trabajo. Si las colaboraciones de lujo y una producción impecable contribuyeron a que su disco homónimo de debut fuera mucho más que prometedor, la familiaridad ha hecho que Châteaux en Espagne se asiente sobre unas bases más que firmes, que dan como resultado un sonido mucho más homogéneo y un carácter, si esos es posible, mucho más marcado.

Después de la primera impresión, procedo a una segunda escucha. Ahora ya no me abstraigo. El disco empieza con contundencia y sin demasiados rodeos, te plantan delante un enérgico primer tema, de poco más de un minuto de duración y al empezar el segundo, “Belle de jour” , tengo la sensación de que, salvando las distancias, estoy escuchando a unos primigenios The Jesus and Mary Chain cantando en francés y con voz de mujer. En “A.Rimbaud and his long way home”, resuenan ecos de The Velvet Underground… O sea, compendio de sonidos, variedad de estilos e influencias, diferentes idiomas y en lo que llevo de disco, nada ha perdido uniformidad: The Birkins están ahí, todo el rato, aunque a decir verdad, donde más se les siente es en esos cortes de pop luminoso, retro y sixties como “La Signature”, “Ophelia”, o la ya citada “Toute Cette Lumière” donde se nota que realmente están a sus anchas inmersos en la luminosidad sexy del pop francés y británico de los sesenta.

The Birkins son diferentes a todo lo que ahora suena. Han sabido recoger lo mejor de cada casa y convertirlo en un sonido personal y propio, inconfundible. Son elegantes, son exquisitos en las melodías, arriesgados y consecuentes en su querencia retro y han hecho un segundo disco que crece a cada escucha, que tiene interminables matices y capas y en el que cada nota, cada acorde y cada inflexión de voz ocupan su justo lugar.

Intentad hacer lo mismo, a ver si podéis.