8.5Score
Tras una escucha del nuevo trabajo de The Avalanches, y un rápido vistazo a sus créditos, puede parecer que la formación australiana no ha cambiado su forma de trabajar, pero sí lo ha hecho. Es cierto que cuenta con decenas de samplers, pero esta vez han recurrido a las voces invitadas para hacer la gran mayoría de las partes vocales. Además, uno de los miembros del grupo, vendió su colección de 7000 discos para poder empezar de cero. Así que se podría decir que estamos ante unos nuevos The Avalanches.
Lo que sí que no ha cambiado en ‘We Will Always Love You’, es su talento para hacer collages sonoros que se convierten en canciones. Y, además, de una forma coherente, porque, a pesar de contar con un plantel de invitados que quita el hipo, el disco en su conjunto funciona a la perfección. De hecho, es una línea que, en su mayor parte, es bastante reposada. Solo hay que escuchar esa perla soul tan sedosa llamada “Reflecting Light”, en la que la reclutan a Sananda Maitreya –Terence Trent D’Arby para los amigos-. O “The Divine Chord”, todo un villancico pop en el que cuentan con la ayuda de MGMT y Johnny Marr. Además de “Interstellar Love”, un hit, en el que tiene tanto protagonismo el sampler de Alan Parsons, como la voz invitada, que en este caso es la de Leon Bridges.
Estamos ante un disco más extenso de su carrera, y uno de esos álbumes en los que hay mucho donde elegir. Y la verdad es que prácticamente todos sus cortes resultan, cuando menos, interesantes. Sí es cierto que el lado más animado es el que entra mejor de buenas a primeras. Porque, temas como “Oh The Sunn!”, en la que Perry Farrell se mete en mundos disco y funk, o el ultra pegadizo “We Go On” -ojo, que por aquí está Mick Jones de los Clash-, entran a la primera escucha. Al igual que ese himno disco llamado “Music Makes Me High”, uno de los pocos cortes en los que no hay artistas invitados. Pero también es verdad que esa especie de folk futurista en la que Kurt Vile se hace un spoken-word por encima de un sampler de Pat Metheny, y en la que Wayne Coynepone los coros, es de lo mejor del álbum. Incluso el pop más convencional de “Running Red Lights”, donde nos encontramos a Rivers Cuomo, funciona bastante bien. Eso sí, los tres minutos de pitidos finales se los podían haber ahorrado.
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