De Brasil a Chile. De la bossa nova al bolero. Porque una editorial de sensibilidad especial, Las afueras, acaba de recuperar Tengo miedo torero, obra clave de la literatura latinoamericana contemporánea y novela más popular de Pedro Lemebel. Una historia de amor y amistad distinta, homosexual, melancólica y revolucionaria, con un personaje central inolvidable y el por siempre siniestro dictador Augusto Pinochet de inesperado secundario. Romanticismo, teatralidad y disidencia política en el espectral Santiago de mediados de los 80. Es un singular placer presentaros a la  «Loca del Frente»… 

… Pero antes, desglosemos la figura de Pedro Segundo Mardones Lemebel (Santiago de Chile, 1952-2015), escritor, artista plástico-visual, comunista y activista LGTBI. En 1987 creó el colectivo «Yeguas del Apocalipsis», fenómeno contracultural nacional junto a Francisco Casas, con quien desarrolló un vasto y multifacético corpus artístico en campos como la fotografía, el vídeo o la performance. En la escritura, Lemebel fue cronista de Página Abierta, La Nación, y las revistas de izquierda Punto Final y The Clinic, publicando hasta ocho libros en este género —más un par de títulos póstumos—. Y, en narrativa, la colección de relatos Incontables (1986) y Tengo miedo torero (Anagrama, 2001, ahora reeditado por Las afueras).

Tengo miedo torero nos lleva a la capital chilena en 1986, año del atentado fallido a Pinochet por parte de la organización marxista-leninista del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Uno de los jóvenes perpetradores de la llamada «Operación Siglo XX», Carlos en la novela, mantiene una relación afectiva con nuestra «Loca», un maduro gay que acoge las reuniones —y apoya, sabe más de lo que aparenta— del clandestino grupo. Un vínculo en el que se entremezclan los deseos difícilmente correspondidos y las conspiraciones políticas. Además, hay un tercer vórtice en la trama. La del propio Pinochet, lidiando con sus pesadillescos recuerdos, sus miedos presentes, y la pesadez de su cotorresca y veleidosa esposa Lucía Hiriart.

La combinación de elementos reales, fabulaciones del déspota impuesto por los criminales de la Escuela de Chicago, y una historia de amor irrealizable liderada por un protagonista con tendencia al dramatismo parecieran excesivos factores para sostener el equilibrio de la obra. Sin embargo, en Tengo miedo torero sucede todo lo contrario. La colorida delicadeza de la prosa de Lemebel resulta evocadora y encaja como un guante en ese tono taciturno, elegíaco. Augusto y Lucía, por patéticos, son un feliz contrapunto, los elementos casi cómicos del relato. Y la «Loca del Frente» es simplemente una creación mayúscula. Una maestra de ceremonias sufrida y proactiva. Apasionada y desdichada. Efectiva y soñadora. Memorable.

Musical —la añeja y cupletista banda sonora es un elemento de peso en el escenario narrativo— y sabia, Tengo miedo torero es vodevil entre barricadas. Traslada al papel una dura época de protestas y represión en Chile con una logradísima combinación entre lo íntimo, lo contextual y lo colectivo. Asimismo, refleja la angustia vivida. En las calles. En los hogares aguardando-evitando los boletines del «Diario de Cooperativa». En las consecuencias humanas de la subversiva lucha política. En la ardua afirmación de la condición sexual. Siempre desde una perspectiva tan provocadora y vindicativa como emocional y conmovedora. 

La breve novela de Pedro Lemebel —apenas doscientas páginas que se van en un suspiro— está bañada en sepia y almizcles pretéritos. No obstante, su original prosa, y el cómo y el qué de las temáticas tratadas, la convierten en una novela de plena actualidad. A través de un personaje entrañable y poderoso, Tengo miedo torero está muy viva. Es el corazón de la revuelta, y la revuelta del corazón. Y eso vale para 1986 y 2019. O, esperemos, hoy.