Nunca llueve a gusto de todos. Pero quejarse es quizás la práctica más humana. Cada temporada, en las listas de lo mejor del año, en las nominaciones de los premios cinematográficos, echamos en falta alguna película que nos ha tocado la fibra, pero que ha sido ‘inexplicablemente’ ignorada. La razón, en realidad, debe ser sencilla: un intrincado sistema de votación se decanta, casi por azar, hacia unas películas determinadas. Este año, en los premios Goya, para mí, falta La enfermedad del domingo.