Se abre el telón. Escena. Local musical (también conocido como recinto de conciertos para minorías). Barcelona, últimos coletazos del verano. Un redactor de corazón poppie y su jefe. La conversación va así:

Jefe ultra-majo (JUM): —Oye,¿te encargas tú de la crítica del nuevo de The School?”— suelta de improviso mientras apura su colorida bebida.
Humilde redactor (HR): —¡Claro!— tras una sonrisa inicial de oreja a oreja, cambio a una expresión solemne y grave. —Pero ya sabes que con ellos no puedo ser imparcial. Me va a salir una crítica no apta para diabéticos de la cantidad de azúcar que va a tener. Por t!!anto, no sé si soy la persona ind…—
JUM: Estupendo, estupendo—cortando el soliloquio del HR sobre la imparcialidad del periodista. —Pues te encargas tú. Voy a pedir otra—.
HR: ¿Puedo decir que es una maravilla doce veces? ¿Y ya? —insiste con ironía HR, buscando la reacción de su JUM.
JUM: Estupendo, estupendo —apostilla, ya exclusivamente centrado en su opípara copa—.
HR: ¿? —gesto universalmente reconocido con los brazos tipo ¿qué más puedo hacer?.
Fin de la escena. Se cierra el telón.