Igual que hubo un tiempo que todas las cantautoras sensibles tenían que llegar al mercado sentadas en un piano (cuando Tori Amos era “trendy”), ahora lo raro es encontrarnos con alguna nueva artista que no envuelva su música en algún tipo de oscuro manto electrónico que seduzca por igual a góticos, a hip hoperos y a fans recalcitrantes de la EDM.