Reconozco que tenía bastantes reparos al enfrentarme a este libro. Todos los respetos para un artista como Jimi Hendrix, pero la historia, mejor dicho, la mitificación de los artistas de los años 60-70s lo ha convertido en una de esas “intocables” vacas sagradas del panteón musical, contra las que no se puede tener una mínima opinión discordante. Y por si no fuera suficiente, en su caso particular se añade el hecho de ser un intocable versión “guitar hero”. Y con eso simplemente no puedo.