Habría que valorar en su justa medida que Álex de la Iglesia estrene en el mismo año dos películas como El bar y esta Perfectos desconocidos. Dos films tremendamente entretenidos, de una factura impecable, que hacen pensar que el director de El día de la bestia (1995) está en un estupendo momento artístico y profesional. Las dos películas tienen puntos en común: son comedias en la superficie, se desarrollan prácticamente en su totalidad en un espacio único -aquí el salón de una vivienda en la que cenan varias parejas de amigos de toda la vida- y en ambas salen a flote lo miserables que somos.