El éxito de Salton sea (2012) no parece haber cogido a contrapié a Tomas Barfod. Lejos de encerrarse en si mismo y volverse un “electrospectivo” más (estoy por acuñar este término para todos los melancólicos de la nueva electrónica en la senda de James Blake), Barfod pide ser amado desde el mismo título de su segundo trabajo. Y lo hace con argumentos, ya que cuando quiere, es capaz de producir un electropop de lo más abrazable y hasta bailable, como demuestran canciones como la ya conocida Pulsing o Busy baby.