Night Beds, Ivywild (Dead Oceans 2015)
Hasta hace bien poco, asociábamos Night Beds, el proyecto unipersonal del veinteañero Winston Yellen, con el folk introspectivo y con las últimas mutaciones de la música de raíces americanas, todo ello plasmado con gran éxito en su debut discográfico Country sleep (2013). Esas referencias iniciales convierten a este Ivywild en el mayor salto al vacío estilístico que haya dado un artista entre su primer y segundo disco desde que a Terence Trent D´arby le dio por quedarse sin fans con el reivindicable Neither fish nor flesh (1989).
Tomas Barfod, Love Me (Secretly Canadian 2014)
El éxito de Salton sea (2012) no parece haber cogido a contrapié a Tomas Barfod. Lejos de encerrarse en si mismo y volverse un “electrospectivo” más (estoy por acuñar este término para todos los melancólicos de la nueva electrónica en la senda de James Blake), Barfod pide ser amado desde el mismo título de su segundo trabajo. Y lo hace con argumentos, ya que cuando quiere, es capaz de producir un electropop de lo más abrazable y hasta bailable, como demuestran canciones como la ya conocida Pulsing o Busy baby.
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