Qué curioso y, con demasiada frecuencia, caprichoso e injusto es el arte. Pasa con la música, el cine y, como en el caso que nos ocupa, la literatura. Un montón de obras se producen año tras año, sin descanso… y sin demasiado criterio. Inmundas porquerías copan las listas de ventas y se convierten en fenómenos comerciales —sólo comerciales— mientras que libros mucho más sustanciosos y perdurables quedan en el más absoluto olvido. ¿Es lo que el público prefiere o es lo único por lo que se prefiere apostar? Hasta que alguien arriesga y apuesta por publicar calidad. El ejemplo de hoy es palmario. Os presento Los enamorados.