La quinta entrega de Scream llega a las pantallas como el gran evento nostálgico para una generación que se inició en el cine de terror con la cinta original en 1996. El guion de Kevin Williamson -que quería titularla Scary Movie- era una puesta al día del género slasher, que se había agotado de puro éxito en los años 80 a fuerza de innumerables secuelas de Halloween y Viernes 13. La película era un ejercicio de metaficción en el que los personajes, en lugar de ser víctimas incautas del asesino en serie de turno -Ghostface- habían visto -como los espectadores- decenas de películas de terror y conocían sus reglas al dedillo.