El mecanismo agumental de un clásico reciente de la comedia como Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993), en el que el héroe del relato –Bill Murray– debe revivir constantemente la misma jornada, intentando escapar de un bucle temporal generando pequeñas variaciones, ha sido utilizado felizmente por varias películas en los últimos años. Como si el esfuerzo inútil a lo Sísifo se hubiese convertido en la mejor manera de expresar nuestras preocupaciones actuales.