Mi adolescencia fue britpopera. No puedo ni, en realidad, quiero negarlo, ya que —atención momento “abuelo cebolleta”, cómo pasan los años— comparado con lo que escuchan los adolescentes en la actualidad, de poco me puedo quejar. Entonces en la televisión aún había cierta consideración por la música. Teníamos el Sputnik, los 40 Principales —sí, en televisión además de una radio que todavía no daba vergüenza escuchar—, luego la MTV —ídem del comentario anterior—. Mi hermano se convirtió en fan acérrimo de Oasis y, sin llegar a esa devoción talibanesca —una década le costó admitir que Be Here Now era un pestiño—, también lo sería de Blur, Suede y Pulp. Sin duda la banda sonora de mi casa fue puro Cool Britannia durante varios años. Y, aunque el tiempo ha puesto a buena parte del movimiento en su sitio, dejándolo en no pocos sentidos como algo bastante ridículo y criticable, no puedo sino verlo con algo de nostalgia y bastante cariño. ¿Cómo podría meterme con algo que nos dio a Jarvis Cocker?