En un mundo lleno de estrellas femeninas artificiales, de esas que se preocupan más de enseñar muslos y montar algún escándalo que otro, encontrarse con una cantante como Jessie Ware es todo un lujo. La británica sólo necesita su voz y sus composiciones para ocupar los primeros puestos de la listas de ventas de su país y conseguir que la crítica de medio mundo se rinda ante ella. No es para menos, porque su álbum de debut era una pequeña joya llena de canciones con clase y elegancia. En su continuación sigue por el mismo camino, aunque hay algún acercamiento al pop más comercial.