Uncharted
Los cómics -sobre todo el tebeo de superhéroes- han nutrido en los últimos 10 o 15 años al blockbuster -el único género capaz, actualmente, de convocar masivamente a los espectadores a las salas- de temas y argumentos en su voraz necesidad de crear ‘nuevas’ y rentables franquicias. En cambio, el videojuego, industria que desde hace tiempo disfruta del tópico de ser más rentable que el cine, no ha conseguido del todo explotar el atractivo y la fama de sus títulos más señeros, porque también sufre por otro lugar común: que las adaptaciones del videojuego al cine nunca fueron buenas.
Todo el dinero del mundo: emperadores y bárbaros
En la amplia filmografía de Ridley Scott encontramos de forma recurrente la figura de un hombre poderoso pero anciano: el Peter Weyland que se adivinaba en Alien (1979) para hacerse presente en Prometheus (2012) y Alien: Covenant (2017); el doctor Eldon Tyrell de Blade Runner (1982); el emperador romano Marco Aurelio de Gladiator (2000); el deforme Mason Verger de Hannibal (2001). Todos ellos poseían una inmensa riqueza y por tanto un poder casi infinito que, sin embargo, nunca era suficiente. Estos personajes mueven los hilos de las tramas de sus respectivas películas, en una búsqueda que se puede resumir en el temor ante la muerte próxima.
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