Si habéis escuchado a Rodrigo Cortés en alguna de sus colaboraciones radiofónicas, -como el podcast Todopoderosos– sabréis que es una de las personas que mejor entiende y habla de cine en este país. Curiosamente, esta relativa «fama» mediática no se ha traducido en su reconocimiento popular como director de cine, a pesar de estupendas películas como Concursante (2007), la exitosa Buried (2010) y Luces rojas (2012). En apenas tres películas podemos distinguir entre obras más personales, escritas por el propio Cortés, con un ritmo muy peculiar, marcado por el montaje, del que también suele ser autor; y films en los que aparecen acreditados otros guionistas, como Buried o esta Blackwood. En todas, sin embargo, el trabajo de Cortés tras la cámara es siempre de una entrega encomiable, con una voluntad poderosa de ofrecer algo en cada plano, en cada secuencia, buscando siempre encuadres y movimientos de cámara que aporten a la historia.