M. Night Shyamalan tiene que ser uno de los directores más en forma del cine estadounidense actual. Desde La visita (2015), el realizador se ha dedicado a fabricar películas con un planteamiento llamativo, un desarrollo entretenido basado en la tensión del relato y la capacidad de estimular la reflexión posterior sobre lo visto en la sala de cine. ¿Se puede pedir más?