La mayor virtud de Bodyguard es su extraordinaria voluntad de mantener al espectador en una tensión continua durante sus seis episodios. La ficción disponible en Netflix parece seguir la estela de un thriller político de inmenso éxito, como fue Homeland -con la que tiene puntos en común- que se aprovecha de ese gran miedo que atenaza a la sociedad occidental -Estados Unidos y Reino Unido- como es el terrorismo. Ambas series, además, llegan a idénticas conclusiones: el terrorismo, el mal, no existe como un agente exterior, sino que es el reflejo de nuestras propias debilidades, defectos y errores.