Thor: Ragnarok se puede considerar un logro. Es una película entretenida, imaginativa, inteligente y graciosa, en los tiempos del blockbuster sin alma. Está a años luz del fallido tono shakespeariano del Thor (2011) de Kenneth Branagh y de la fantasía heroica de Thor: El mundo oscuro (2013). Y sobre todo desafía a los que repiten la perorata del agotamiento del cine de superhéroes. La nueva aventura del dios del trueno interpretado por el musculoso Chris Hemsworth, confirma el buen estado de forma de Marvel Studios y de su exitosa fórmula.