Lo mejor de Irati es cómo recupera el sentido de lo maravilloso. La segunda película de Paul Urkijo -director de Errementari (2017)- es una obra poco frecuente y a contracorriente en el cine español, una cinta de espada y brujería basada en la mitología vasca. Cuando comienza la historia, como a Conan, vemos a Eneko como un niño que sufre un trauma relacionado con su padre -el rey- y su herencia.