Entender el cine como la denuncia de una realidad indignante. Eso es lo que hace François Ozon en Gracias a Dios, que le valió el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín. La película se ocupa de las denuncias -reales, ocurridas en Lyon en 2016- por abusos sexuales contra un cura, que posiblemente agredió a decenas de niños durante décadas. Y esto se narra sin ningún tipo de concesión al espectáculo o al espectador.