logoEl amor que más nos gusta es el retrógrado. Ese que nos recuerda una y otra vez que es imposible de alcanzar. Lo malo es que, en lugar de practicar juntos el salto de altura, nos empeñamos en hacer maratones. Cada uno por su carril. Y así, cuando llegamos a la meta, acabamos siendo un puñado de sudor, lágrimas y frustración: ¡Raras veces nos espera allí el ser deseado! Porque las más de las veces le dejamos atrás al adelantarle sin piedad cuando sonó el pistoletazo de salida.