No se le esconde a nadie que el reconocimiento artístico es un club de acceso restringido, y que por cada artista que llegue a nuestros oídos, hay otros cientos igual de talentosos que se quedan en el camino. La señal más inequívoca de que alguien “lo ha logrado” es cuando se pone a nuestra disposición, no solo su obra creada durante su etapa de gloria, sino también a aquellos trabajos que realizó cuando solo dos o tres gatos sabían de su existencia.