Crítica: Mar i cel, al Teatre Victòria
Cuarenta años no se cumplen cada día, y la compañía Dagoll Dagom ha decidido celebrar sus cuatro décadas sobre los escenarios recuperando el espectáculo que más fama le ha dado en todo este tiempo: Mar i cel, un montaje estrenado el año 1988 –con la adaptación que Xavier Bru de Sala hizo del texto original de Àngel Guimerà, con música de Albert Guinovart–, con una reposición en el 2004 y que, ahora, vuelve por tercera vez renovado y con una cuidada versión al Teatre Victòria para deleite de los aficionados al género musical, grandes y pequeños unidos por la historia de amor prohibido entre un joven musulmán (Saïd, interpretado por Roger Berruezo) y una muchacha cristiana (Blanca, Ana San Martín) en el Mediterráneo del siglo XVII.
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