No se le puede pedir más a una película que lo que ofrece El hombre de las mil caras, cinta que nadie debería perderse de un Alberto Rodríguez que demuestra un gran momento de forma. Esperemos que ello se traduzca en más obras, en más buen cine. Estamos ante un film «de guión», de guión trabajadísimo, que casi obliga a la puesta en escena a ser más funcional, lo que no quiere decir que el director no ofrezca ideas visuales con su habitual talento. Estamos ante un thriller absorbente, con un ritmo tremendo pero profundo, como esos planos ralentizados que Rodríguez utiliza en lugar de los típicos planos cortos picados que no dicen nada.