En Dogman, Matteo Garrone, vuelve a dibujar una Italia -¿Una Europa?- marginal, de extrarradio, ajena a la modernidad de las grandes capitales del primer mundo. Como en su opera prima, Gomorra (2008) y en la posterior Reality (2012), Garrone describe una sociedad intelectual y culturalmente pobre, de chándal, de motos, de trapicheo, de telerrealidad y música makinera.