Jean Stafford sabe escribir. Obvio, menuda perogrullada, pensaréis. Pero no, no quiero decir que la escritora norteamericana, rescatada por fin para nuestro país por la indispensable Sajalín —ilusión especial para quien escribe, primera reseña en Indienauta de una de mis editoriales preferidas— sabe construir oraciones morfosintácticamente coherentes, así como ordenarlas coherentemente, articulando de este modo el desarrollo de historias con sentido. Me refiero a esa habilidad, más bien genuino talento, para hacer que las descripciones pesen, las palabras hieran y los diálogos muerdan. Gracias a ello, sus personajes parecen de carne y hueso, y sus problemas duelen. Eso es saber escribir.