Las películas del director griego Yorgos LanthimosCanino (2009)- suelen parecerme artefactos sádicos para manipular al espectador con un talentoso uso del lenguaje cinematográfico: casi duele recordar la angustiosa El sacrificio de un ciervo sagrado (2017). Sus películas, algo herméticas, también pueden reflejar de forma perversa el clima social y político del momento. La favorita es todo eso, pero, además, es la película de Lanthimos en la que sus personajes tienen más entidad, más gancho, más carisma -a pesar de la ruindad de sus manipulaciones- y en la que no son meros vehículos de unas intenciones autorales.