Narcos: el placer culpable
Narcos ha basado su éxito en su pretensión de ser una historial real sobre crímenes, violencia y drogas, glorificándolas y evitando la solemnidad. Así, un personaje aborrecible como Pablo Escobar, puede resultar carismático: sus atrocidades han sido vaciadas de peso dramático y por tanto, moral. Una realidad compleja y terrible es retratada de forma superficial y ligera. Ver Narcos no supone esfuerzo porque no hay subtexto. Una voz en off narra absolutamente todo lo que ocurre, en lugar de mostrarlo. El uso de imágenes de archivo de la época -años 80 y 90- no esconde que, en realidad, estas son más interesantes que la ficción. La serie compensa su debilidad dramática con falsa transgresión: en tono descreído nos hablan de corrupción política, empresarial, policial.
Narcos, temporada 2: a Pablo Escobar no se le respeta
Tras obligarme a ver la segunda temporada de Narcos, tengo que pedir perdón. Sé que es la serie de moda, la serie que mola, pero yo no encuentro esas virtudes que parecen haber encandilado a todos. Para desahogarme un poco, a modo de terapia personal, comparto con vosotros mis problemas con esta ficción. Eso sí, leed con cuidado, que algún spoiler habrá. Vamos a ello.
Narcos, temporada 1. La Realidad supera a la ficción
La corta vida de Pablo Escobar tiene todos los ingredientes necesarios para una gran historia. Un personaje excesivo, más grande que la vida, con la capacidad de poner en jaque a un país entero. Su vida está marcada por la violencia, la muerte, el sexo, las drogas, el crimen. Por eso sorprende que la serie Narcos, nominada a los Globos de Oro, desaproveche semejante material de partida.
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