Hay ciertos prejuicios que me gustaría desmentir sobre el cine, que creo se pueden aplicar a una película como Diecisiete. La primera es que se confunda la sencillez con la simplicidad. Daniel Sánchez Arévalo construye un relato lineal, cotidiano, basado en la narración visual primero -la presentación del personaje de Héctor (Biel Montoro)- y en la confrontación de personajes después -la relación de Héctor con su hermano Ismael (Nacho Sánchez)- que demuestra un dominio de sus habilidades como cineasta que le permiten ir a lo esencial sin apelar a trucos, estrellas o a lo espectacular.