Nadie dijo que el camino para un dramaturgo incipiente sería fácil, ni mucho menos. Estel Solé podría escribir todo un tratado sobre las trabas con las que el circuito de teatros convencional recibió su primera propuesta teatral; sin embargo, ella, lejos de caer en el desánimo más absoluto, buscó una solución para estrenar aquel texto que había modelado conjuntamente con sus amigos/actores, y encontró en Bárbara Aurell la mejor cómplice: ella le ofreció el comedor de su casa como escenario improvisado para la primera representación de Animals de companyia, un primer éxito al que siguieron las actuaciones en más de setenta pisos por toda Catalunya y una gira por Centroamérica, el rodaje perfecto antes del gran premio, el estreno en el Club Capitol, un merecidísimo reconocimiento para esta falsa comedia sobre la amistad y la soledad que el público barcelonés ha recibido con entusiasmo, agotando las entradas en varias ocasiones y convirtiéndola en una recomendación obligada.