Hay películas que son la vida. Que son capaces de evocar sensaciones apelando a nuestra memoria sensorial de una manera vívida. No tengo ni idea de cuál es el mecanismo para conseguirlo, en literatura o en cine, pero hay obras que no se ven con los ojos, ni se reciben con el intelecto, se sienten. «Lo que te ha pasado con Oliver nada tiene que ver con la inteligencia» le dice su padre a Elio, en uno de los monólogos más bonitos que he escuchado nunca.