La ventana de delante no oculta.

Contemplar un paisaje puede causarnos placer. Como asistir a un espectáculo teatral. También la observación de un panorama nos puede inquietar. Como comprobar que una propuesta escénica aborda el lado más sórdido de nuestro entorno. Incluso darse de bruces con unas vistas desoladoras nos empujará a tomar conciencia de que las cosas no van bien.