Viejo es el viento y aun sopla. El techno sigue siendo patrimonio de la vieja Europa, incluso en aquellos países donde la tradición del 4×4 brillaba por su ausencia. Estuve viviendo hace un lustro en República Checa y era un país perdido entre el drum & bass más facilón y agresivo, mientras que en los clubes más pequeños sonaba technohouse que agradaba a las masas que precisaban de alquimia y Master Card para llegar al éxtasis sonoro. Pero la escena, desde mi humilde punto de vista, no era nada especial. Se beneficiaba de su turismo y del irrisorio precio de la cerveza para tener clubes llenos y apariencia de vanguardia.