Montar un estudio casero procurando que en él penetre la luz del día. Poner en la sala de grabación una ventana que dé a un ciruelo. Grabar voces mientras se mira al ciruelo en su etapa frondosa y procurar que la última toma esté finiquitada antes de que haya caído la última hoja. Pueden parecer detalles caprichosos, pero no lo son si te llamas Ana Laan, y si la delicadeza, y la belleza que se esconde detrás de las cosas sencillas forman parte de tu discurso musical.