Estos últimos años nos han dado muchas razones para desconfiar de los regresos discográficos de las bandas míticas. Y, aunque hay alguna honrosa excepción (me vienen a la cabeza Dinosaur Jr.), por norma general, nos hemos encontrado con más decepciones que alegrías. Por eso es normal mirar con recelo un nuevo álbum de Slowdive tras 22 años sin editar absolutamente nada. Pero, y para sorpresa de muchos, la banda de Reading no solo ha sabido retomar su carrera con talento, también se ha sacado de la manga uno de los mejores álbumes de su discografía. Aunque solo sea el cuarto.
Según han confesado los propios miembros de la banda, este álbum es más un nuevo comienzo que un retorno. De ahí que sea un disco homónimo, y que haya sido presentado con un single de adelanto como ‘Star Roving’. Y es que, la primera canción que conocimos de este trabajo, es un corte que no tiene mucho que ver con lo que habían hecho hasta ahora. Aquí las guitarras suenan más aceleradas que nunca, y casi parece más un tema de sus coetáneos Ride –otros que vuelven en apenas un mes-, que de ellos mismos. En cualquier caso, el experimento no les había podido salir mejor, y la canción en cuestión ya forma parte de lo mejor de su repertorio. Estos ingredientes los vuelven a utilizar en ‘Everyone Knows’, en la qua aciertan de nuevo, aunque sí es cierto que aquí suavizan un poco el nivel de distorsión. Una distorsión que no puede entrar mejor en los estribillos de ‘No Longer Making Time’ y ‘Go Get It’, dos de esas canciones que empiezan reposadas y acaban en una tormenta de guitarras.
Si hay algo por lo que se considera a Slowdive como uno de los grupos emblema del shoegaze y el dream-pop, es por su facilidad para crear ese tipo de canciones etéreas y ensoñadoras que tanto han influenciado a bandas posteriores. Aquí se hacen con unas cuantas, como esa ‘Slomo’ que abre el disco apabullando al oyente con montañas de teclados preciosistas y guitarras de lo más limpias y cristalinas. Algo que repiten en ‘Don’t Know Why’, un curioso corte que empieza de forma acelerada y se ralentiza en un estribillo sublime coronado por la preciosa voz de Rachel Goswell. Pero para sublime esa balada llamada ‘Sugar for the Pill’, en la que Neil Halstead se convierte en el protagonista absoluto, y nos encandila con voz tranquila y acogedora.
Pocas pegas se le pueden poner al regreso de Slowdive, tan solo, y por poner alguna, la excesiva duración de la muy minimalista ‘Falling Ashes’. Con ella cierran el álbum de forma reposada y recuperando su faceta más ambiental, que también tiene sus seguidores.
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